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domingo, 8 de junio de 2014

Escocia, Glasgow: Una ciudad asombrada por el pasado, enferma y con baja expectativa de vida

Glasgow visto desde el Queen's Park (John Lindie)
Glasgow visto desde el Queen's Park (John Lindie).

Quien nace en la ciudad escocesa de Glasgow se espera que viva unos 65 años. Una cifra que no sólo es la más baja del Reino Unido, sino que también está por debajo de la de América Latina, donde la expectativa promedio de vida es de 71 años. ¿Qué hay detrás del llamado "efecto Glasgow?.
Lo que la gente llama el "efecto de Glasgow" ha desconcertado a los profesionales de la salud desde hace años. Según publicaba el periódico británico The Guardian en el año 2011, que recogía un  estudio del Glasgow Centre for Population Health, efectuado por varios doctores en la época, los habitantes de Glasgow mueren antes, ya sea por enfermedades del corazón, el abuso de alcohol o drogas, o el cáncer, que en cualquier otro lugar del Reino Unido. Sin embargo, nadie sabe los motivos.
Liverpool y Manchester tienen áreas idénticas a las de Glasgow, con los mismos problemas sociales: una historia de declive industrial, una alta tasa de desempleo a largo plazo, además de historias similares de consumo excesivo de alcohol, tabaco, mala alimentación, sobrevivencia a través de los beneficios sociales o importantes deficiencias en las viviendas, como la acumulación de humedad. Sin embargo la ciudad escocesa tiene un cifra superior al 30% de muertes prematuras que esas ciudad del norte de Inglaterra. La esperanza de vida adulta de Glasgow está a la par con la de los territorios palestinos o Albania. Los médicos y científicos no encuentran hasta hoy una explicación clara.
El último informe elaborado por el Centro de la Salud de la Población de Glasgow (GCPH, por sus siglas en inglés) arroja un dato un tanto revelador, aunque no nuevo. Los bebés que nacen en la ciudad más grande de Escocia tendrán una vida más corta que cualquier otro británico. De hecho, uno de cada cuatro glasgowianos ni siquiera llegan a su 65º cumpleaños.
Glasgow es una ciudad internacionalmente conocida por su floreciente escena artística y por la alta calidad de sus universidades, que posee una hermosa arquitectura victoriana, así como tiendas de diseño vanguardistas.
Pero al mismo tiempo esta dinámica urbe tiene una poco envidiable reputación: la mala salud de sus habitantes. Los índices de obesidad están entre los más altos del mundo y lo que es peor, la ciudad tiene una alarmante alta tasa de mortalidad.
En 2011 un estudio comparó esta ciudad con Liverpool y Manchester, dos ciudades con niveles de desempleo, desigualdad y carencias parecidas. Se descubrió que los residentes de Glasgow tienen aproximadamente 30% más probabilidades de morir joven, y el 60% de esas muertes prematuras son debido a cuatro cosas: drogas, alcohol, suicidio y violencia.

Glasgow
La expectativa de vida en Glasgow es de 65 años, seis años menos que la media en América Latina.
El efecto Glasgow es relativamente nuevo.
"Estas causas de muerte realmente emergieron en los años 90", explica Harry Burns, profesor de salud pública de la universidad Strathclyde. "Y aumentaron mucho más en un sector particular de la población: hombres y mujeres entre los 15 y 45 años. Así que se trata de un patrón muy específico que afecta a las personas en sus años de más productividad", añadió el mismo a la cadena británica BBC.
Walter Brown, un hombre con líneas en la cara y pelo gris corto, dice que tuvo un escape afortunado. Describe con una tasa de café en mano su agonizante batalla con el alcohol. "La idea de renunciar me aterrorizaba. Porque, ¿qué más podía hacer? Todo al que conocía bebía alcohol o tomaba drogas".
Para añadir, "Me permitía llevar una máscara, era el tipo duro lleno de bravuconerías. Antes de salir, tomaba un cuarto de una botella de whisky y dos latas grandes de cerveza para convertirme en la persona que la gente pensaba que era para el momento que entraba al bar".
Walter sufrió convulsiones por el alcohol, parálisis temporal y cirrosis en el hígado. Su doctor le advirtió que otro litro de alcohol podía causarle daños permanentes en el cerebro e incluso la muerte,
pero ni eso lo convenció a parar.
"De alguna forma no pensé que me pasaría a mí", reflexiona. "También pensaba que de todas formas todos moriríamos joven", concluyó el mismo.
Eventualmente, y gracias a la insistencia de su hija, Walter dejó la bebida y ahora lleva un club de adictos en recuperación con los que se reúne en el centro The Bridge todos los domingos. Algunos nadan, otros participan en talleres de música o simplemente pasan el día en el café.
En la última década, Walter cuenta que ha escuchado de ocho casos de suicidios en las residencias donde solía vivir.
"Uno era un amigo, nunca sospeché que sería alguien que pudiera hacerlo. Sencillamente se fue a casa y se ahorcó. Y también hubo otros que había visto en el bar. Era a los que les preguntabas cómo estaban, y ahora, de repente, ya no están".
Las tasas de homicidio en Glasgow han disminuido casi un 40% desde 2007, en parte debido a un proyecto policial innovador para atacar el crimen con navajas. Pero aun así, la ciudad tiene el doble de asesinatos que Londres, y el abuso de drogas también es algo común.
¿Qué explica un comportamiento tan autodestructivo? Psicólogos, epidemiólogos, sociólogos y otros expertos han debatido mucho sobre qué es lo que pasa en Glasgow que socava fatalmente la salud y el bienestar.
Harry Burns, quien hasta hace poco era el jefe médico del ayuntamiento, tiene su propia teoría. Cree que la desindustrialización en una ciudad, en la que una vez decenas de miles de personas trabajaban en fábricas y astilleros, ha herido profundamente el orgullo local. Están desmoralizados.
"Ser un soldador en un astillero era un trabajo frío y peligroso", señala. Añadiendo, "Sin embargo te daba una identidad cultural".
"Nadie está diciendo que la gente de Glasgow son un modelo de salud, pero sencillamente no hay pruebas de que somos lo que somos porque comemos grandes cantidades de grasa o fumamos inmensas cantidades de cigarrillos. Esa no es la explicación", agrega Burns.
Este experto está convencido de que todos los problemas económicos y sociales que la ciudad ha experimentado durante las últimas décadas tienen que ver con lo que llama "la tormenta perfecta de adversidades".
"En los lugares donde las comunidades tradicionales pierden las anclas de sus tradiciones culturales, ocurren las mismas cosas: aumenta la mortalidad a causa del alcohol, drogas y violencia", explica. Y a continuación asegura que, "La respuesta no es la típica promoción de la salud, pues donde pierdes el sentido de control de tu vida hay muy poco incentivo para dejar de fumar o beber. La respuesta está en redescubrir un sentido del propósito y autoestima". Algunos lo logran en carpinterías donde martillan y cincelan la madera.
La fundación Galgael ofrece tanto a hombres como mujeres cursos que les ayuden a superar sus adicciones y problemas para la salud. Esta comunidad de carpintería se trata de crear amistad y reconstruir la confianza.
Jack, un hombre de casi 30 años, está tallando dragones celtas en una tabla de madera. Su doctor lo remitió a Galgael, un recinto que en el pasado fue uno de los mayores centros de construcción de barcos del mundo, después de haber sufrido palpitaciones, ataques de pánico y agorafobia aguda.
"Hace como año y medio me desconecté completamente, cerré mi puerta y no salí", cuenta. "Venir me ha ayudado a volver a acostumbrarme a estar rodeado de gente" afirma con total convicción..
El efecto Glasgow bien podría aliviarse con los proyectos de integración social. Pero sus raíces son, de acuerdo con algunos, tan profundas que tienes que excavar un poco más para encontrar una explicación.
A unos kilómetros de Galgael, en la zona acaudalada de la ciudad, hay una mujer con su propia teoría, una que está atada a la historia de Glasgow.
La autora Carol Craig dice que para entender las muertes prematuras que ocurren aquí no hay que fijarse en el fin de los astilleros y fábricas, sino en el inicio.

Glasgow en el siglo XIX

A principio del siglo XVIII, el escritor Daniel Defoe describió esta ciudad como "la más limpia, hermosa y mejor construida del Reino Unido". Pero cuando la Revolución Industrial atrajo a miles de personas de todas partes del país, hubo una explosión de la población, y para muchos el lugar se convirtió en un auténtico infierno.
Craig explica que en 1891 la ciudad de Londres describió aglomeración como dos o más personas en una habitación.
Mientras que en la capital británica un tercio de la población caía en esta categoría, en Glasgow eran dos de cada tres, o incluso el doble, los residentes que vivían hacinados.
La escritora considera que la proximidad forzada obligó a los hombres a salir de sus hogares hacia el bar. "Era una especie de mecanismo de supervivencia. En el Glasgow de antes, los viernes -cuando los hombres recibían la paga- veías a las mujeres haciendo cola fuera de sus lugares de trabajo y bares para rescatar algo del dinero".
Craig sugiere que la rápida industrialización en Glasgow produjo una tóxica masculinidad que destruyó la vida familiar. "Hay un fracaso de las relaciones personales que nadie está enfrentando".
Esa realidad, dice: "Es significativa porque ¿qué es lo más importante en la salud de los hombres? Estar casados, puede significar tanto como siete años más de expectativa de vida. Así que si queremos descubrir por qué la salud en Glasgow es tan pobre, creo que una de las cosas por la que nos tenemos que preguntar es la relación de pareja".
Burns está de acuerdo en que las relaciones son clave. Habla de la necesidad de construir un "capital social" para que las personas se ofrezcan amistad y apoyo mutuo.
Se necesitaron décadas para crear los problemas actuales de Glasgow. Llevará décadas arreglarlos.
David Walsh, uno de los académicos que acuñó el término "efecto Glasgow" cree que el fenómeno del exceso de mortalidad se debe a una serie de factores "horriblemente complicados" que afectan de distintas formas a diferentes partes de la población, así que no le ve sentido a buscar una sola cosa que lo solucione. Para él, "el clima puede ser uno de esos factores, el frío, la lluvia y falta de luz solar ha causado una deficiencia grave de vitamina D".
Otros lo atribuyen a una cultura de pesimismo, mientras que hay quienes piensan que el sectarismo entre católicos y protestantes puede ser responsable.
El ministro de salud de Escocia culpó a la exprimera ministra británica Margaret Thatcher de llevar a los escoceses a las drogas y el alcohol al destruir la industria pesada en los años 80. Conservadores locales califican las acusaciones de absurdas.
Sin embargo es otra teoría que se menciona en el estudio "Contabilización de exceso de mortalidad de Escocia: hacia una síntesis", "fue ataque político en la década de 1980, cuando las políticas de Margaret Thatcher llevaron a una disminución dramática de la tradicional industria pesada de la ciudad, lo que provocó una grave falta de trabajo, y en consecuencia la alienación, la descomposición social y el abuso de sustancias tóxicas". 
Pero lo que es cierto es que no hay respuestas fáciles para el efecto Glasgow. Incluso en los mejores vecindarios, el índice de mortalidad es un 15% más alto que en distritos parecidos de otras grandes ciudades.
En la ciudad de Glasgow, un histórico floreciente centro industrial y ahora empobrecida, la independencia de Escocia no suscita entusiasmo pese a las promesas de prosperidad que la acompañan.
"Mira cómo está este lugar. La independencia no supondría la menor diferencia", explicaba bajo la lluvia Brian Reilly, echando un vistazo a lo que antes era su joyería, en un calle de tiendas de aspecto triste y pubs cerrados, de uno de los barrios más pobres de la ciudad.
"No hay dinero. Drogadictos por todas partes. Los políticos no han hecho nada por este lugar", dijo este hombre de 54 años que tuvo que cerrar su tienda en febrero.
Alcoholismo, drogadicciones y escasez son los signos del declive de esta ciudad que una vez fue próspera gracias a sus astilleros, las fundiciones de acero y otras industrias pesadas. Las acentuadas desigualdades en la salud de sus ciudadanos han dado nombre a un término médico, "el efecto Glasgow".
Si se observan los datos desagregados y se analiza el peor de los casos se puede comprobar como el barrio con menor esperanza de vida de la segunda ciudad más importante de Escocia tiene una esperanza de vida equivalente a la de Etiopía. Así un niño que nazca en el barrio de Calton, el barrio más pobre de Glasgow, probablemente viva 28 años menos que otro que nazca en el de Lenzie, el más rico, a solo 13 kilómetros de distancia.
Harry Burns sugiere que influencias ocultas en los genes pueden ser responsables de este fenómeno. "Esto nos lleva al campo de la epigenética, el negocio de los asuntos que se activan y desactivan dependiendo del medioambiente en que crecemos. Hay un impacto epigenético en la dieta a la que fueron expuestos nuestros padres y abuelos. Ahora podemos encontrar con facilidad explicaciones científicas para esto, sólo que todavía no lo hemos probado", le dijo a la BBC.
La idea de que el estilo de vida de nuestros antepasados -el aire que respiraron, los alimentos que comieron- puede afectarnos directamente es, para muchas de las personas consultadas, simplemente una actitud fatalista. ¿Cuál es el sentido de tratar de llevar una vida sana si estás condenado por los malos hábitos de tus antepasados?.
La noción epigenética va en contra de las visiones convencionales de que el ADN lleva toda la información heredable y de que nada de lo que un individuo haga en su vida se pasará biológicamente a sus niños.

Mick McNulty, un electricista de 59 años nunca perdonará a la primera ministra conservadora Margaret Thatcher por el desmantelamiento de la industria pesada, única responsable de los males que asombran a la ciudad más populosa de Escocia.
Cuando se trata del "efecto Glasgow", ninguna teoría se puede descartar.

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