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viernes, 25 de abril de 2014

Portugal, Hoy hace 40 años los portugueses despertaban con el fin de la dictadura


Tierra de la fraternidad
Grândola villa morena
En cada rostro, igualdad
El pueblo es quien más ordena.
Corría el 24 de abril de 1974 y Portugal languidecía bajo una dictadura que duraba más de 50 años. Esa mañana, en el cuartel de la Escuela Práctica de Cavallería, en Santarem, a 70 kilómetros al norte de Lisboa, la actividad era frenética, tanto como en otros desplegados por todo el país.
Poco después de la medianoche del día 24, el día 25 de Abril, a las 0:25 horas, la Rádio Renascença, la emisora católica portuguesa transmite Grândola, Vila Morena, una canción revolucionaria de José Afonso, prohibida por el régimen, como señal para la confirmación del inicio de la revolución. Es la segunda señal pactada por el MFA para ocupar los puntos estratégicos del país, mediante una serie de coordinaciones fijadas por un puesto de mando establecido por el mayor Otelo Saraiva de Carvalho en el cuartel de la Pontinha en Lisboa. Esta canción se convirtió en un símbolo de la revolución y de la democracia en Portugal.
Su emisión, en una época sin celulares y sin internet, tal como se conoce hoy en día, significaba que el plan seguía adelante en todas las guarniciones del país. Su no emisión hubiese significado que algo había salido mal.

La primera señal se había producido a las 22:55 horas del 24 de abril, con la muy conocida canción "E depois do Adeus", de Paulo de Carvalho, transmitida por el periodista João Paulo Diniz de la radio "Emissores Associados de Lisboa". Lo que pasaría esa noche era un levantamiento organizado por un grupo de capitanes y oficiales jóvenes portugueses destinado a derribar la podrida dictadura de Marcelo Caetano, instaurar la democracia en Portugal y acabar con una guerra colonial en Angola y Mozambique completamente imposible de vencer desde el punto de vista militar.
Entre los que luego serían conocidos como los "capitanes de abril" se destacaban Otelo Saravia de Carvalho, Vasco Lourenço, José Salgueiro Maia, Vasco Gonçalves. Seis horas más tarde de la emisión, de Grândola, Vila Morena, el régimen dictatorial se derrumba. La dictadura (1926- 1974) más antigua del continente se caía como un castillo de naipes. Los insurrectos fueron sumando incondicionales y se dirigieron a Lisboa a tomar los centros neurálgicos del poder. Al amanecer los tanques de las unidades de caballería invaden la capital en una marcha triunfal sin precedentes. Las guarniciones de la infantería, la marina, la aviación se unen a los golpistas y la población civil emocionada les depara una multitudinaria bienvenida.
Hubo un momento decisivo aquel día cuando cuatro carros de combate fieles al Gobierno cercaron al batallón de Maia en la ribera del Tajo. Pero, ante la orden de disparar, el cabo que debía obedecer al general de brigada que le ordenó abrir fuego se negó a hacerlo, y se encerró en la cabina del tanque para que el otro no le pegara un tiro con la pistola. La revolución había ganado.
Los versos de la canción Grándola de José Afonso cobran inesperadamente su verdadero significado: "el pueblo es el que más ordena".
En una de las plazoletas del centro de Lisboa una vendedora de flores emocionada le regala un clavel rojo a un soldado en muestra de agradecimiento. Ese gesto poético se transforma en el símbolo de la rebelión que a partir de entonces se conocerá como "la revolución de los claveles".
Una revolución pacífica que renuncia a la violencia pero que está decidida a enterrar al fascismo. El pueblo ansioso por saciar su sed de libertad eufórico se desborda cual río embravecido por las calles lisboetas. Los manojos de claveles se agotan y por arte de magia la primavera florece en el cañón de los fusiles.
Portugal llevaba 16 años luchando en tres frentes, Angola, Guinea Bissau y Mozambique, cuando ese mes de abril los capitanes decidieron que había llegado el momento de hacer algo para poner fin a la dictadura que comenzó con António de Oliveira Salazar y que entonces gobernaba Marcelo Caetano.
De apenas metro y medio de estatura, más bien no habla, susurra. Celeste Caeiro, a sus 80 años, se ruboriza cuando le dicen que forma parte de la historia. "No tenía nada más para dar que un clavel", rememora la mujer que, sin pretenderlo, dio nombre a la Revolución lusa.
Y es que, aunque fueron los militares los autores del levantamiento y los políticos los responsables de la transición que acabó con cerca de medio siglo de dictadura en Portugal, esta mujer de apenas metro y medio de estatura, camarera, costurera y estanquera de profesión, será recordada para siempre como responsable de que el 25 de abril pasase a la posteridad como la "Revolución de los Claveles". Ahora reconoce que "Nunca esperé que los claveles viniesen a derivar en todo esto, fue un gesto sin segundas intenciones". Horas más tarde de dicho gesto, varias floristas se afanaban en que a nadie le faltase uno, contribuyendo a convertirlos en un icono de libertad. Ella explica 40 años después que eran cerca de las nueve de la mañana, y un soldado, que ya llevaba unas horas de guardia, pidió a Celeste un cigarrillo. "Yo nunca he fumado, pero en aquel momento me supo mal no tener uno. Me fijé en si había algo abierto, pero era demasiado temprano, estaba todo cerrado y no había nadie en la calle". "Miré a los claveles y le dije que me sabía mal, pero que sólo tenía flores. Cogí un clavel, de los varios claveles rojos y blancos que llevaba bajo el brazo, el primero fue rojo, y él lo aceptó. Como soy así tan pequeñita y él estaba encima del tanque, tuvo que estirar el brazo, agarró el clavel y lo colocó en su fusil", describe pausadamente y con los ojos llenos de lágrimas. Inmediatamente, el resto de soldados imitaron a su compañero y pidieron a Celeste uno de esos claveles, rojos y blancos, que llevaba bajo el brazo, hasta repartirlos todos. Celeste, pese a su delicado estado de salud, se deja ver en muchas de las manifestaciones convocadas contra las medidas de austeridad, prueba de que, 40 años después, todavía tiene motivos por los que protestar.
La periodista lusa Ana Sofia Fonseca ha aprovechado esta celebración del 40º aniversario de la caída de la dictadura portuguesa y le ha dado voz a las "Capitanas de Abril", un libro editado por A Esfera dos Livros. "Estas mujeres no estuvieron por detrás de los hombres, sino a su lado, porque estaban cansadas de la guerra y de la dictadura y querían un mundo nuevo", explicó para el periódico español El Mundo. Todas las mujeres de los capitanes, nerviosas porque si algo salía mal sus maridos terminarían en la prisión, aquella noche vivieron en vilo, pegadas a las radios, a la espera de que sonasen las canciones decididas por los militares. Ambas sonaron y la dictadura cayó.
Marcelo Caetano se refugió con sus ministros en el cuartel del bairro do Carmo, en Lisboa, que fue cercado por el MFA a las 08:00 horas del 25 de abril apoyado por una multitud de manifestantes. Caetano discutió con el capitán Salgueiro Maia, quien dirigía a las tropas sublevadas del Carmo, y que le presentó un ultimátum para abandonar el gobierno.
Tras vencer a las 16:00 horas el ultimátum para la rendición del gobierno, Caetano pidió a Salgueiro Maia rendirse ante un oficial de alta graduación, a lo cual accedió Salgueiro. Para ese fin se dio aviso al general Antonio de Spínola, uno de los jefes del MFA en el cuerpo de caballería, quien acudió al Cuartel do Carmo para recibir la rendición de Caetano a las 17:45 horas. Caetano capitulaba "para evitar que el poder caiga en la calle" y fue sacado, con sus ministros, de las instalaciones en un vehículo del ejército sobre las 19.00 horas, en medio de la multitud en las calles, para ser mantenido bajo arresto. Casi inmediatamente Caetano y sus ministros partieron al exilio en Brasil.
La revuelta provocó 4 muertos ocasionados por los disparos de algunos agentes de la PIDE, la policía política, contra manifestantes civiles a las 20:00 horas en un esfuerzo de resistir al golpe de estado. La ausencia de apoyo al régimen entre las Fuerzas Armadas causó que la policía política se rindiera poco después, al ser inviable oponerse por la fuerza a una revuelta militar masiva. Portugal se vestirá hoy de gala para celebrar, con múltiples conferencias, exposiciones, marchas y actos festivos de todo tipo, el 40 aniversario de la revolución de los claveles de 1974.
"Las puertas que abrimos ese día están hoy un poquito más cerradas", explica Carlos Beato (alférez de remplazo en la época y que contaba con 27 años) para el diario español El País, mirando hacia el suelo (una frase que sirve para muchos países europeos nostálgicos de épocas autoritarias). Para añadir sin perder la sonrisa: "Pero a pesar de que hay cosas que faltan, valió la pena jugarse la vida por un Portugal libre y democrático".
"Un abril em va portar/per l'aire una cançó, /el meu amic la cantava, /també la vull cantar jo..." (Un abril me trajo/ por el aire una canción/ mi amigo la cantaba/ también la quiero cantar yo), cantaba la cantautora catalana María del Mar Bonet.
Cuarenta años después muchos corazones esperan ansiosamente que las ondas les traigan la música que les permita terminar con los aires de corrupción, autoritarismo y tiranía de muchos gobiernos a lo largo y ancho del planeta.


 

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