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miércoles, 15 de enero de 2014

Túnez, Tres años después de las revueltas que acabaron con la dictadura

Tunesien 3. Jahrestag Umsturz
Los tunecinos deberán seguir esperando. Tres años después del derribo del dictador Ben Alí, la nueva Constitución aún no ha sido aprobada. Muchas promesas vanas ha habido desde 2011, aunque también algunos avances.
Los tunecinos fueron los primeros en prender con éxito la mecha de la insurrección. Salieron a la calle, desafiaron a un poder autoritario y vencieron, abriendo las puertas a una nueva era. El pistoletazo de salida lo dio Mohamed Bouazizi, un joven en paro de 26 años que se quemó a sí mismo para evidenciar su falta de oportunidades. Su gesto le convirtió en héroe y dio paso a una revuelta popular que terminó derrocando al dictador Ben Alí tras 23 años de poder omnipresente. El primer ministro Mohamed Ghanuchi asumió el poder con la promesa de una transición democrática y ayudas económicas para una población desasistida. El pueblo había triunfado y varios países vecinos tomaban buena nota de su ejemplo. 
"El objetivo central de la revolución fue beneficiar a la mayoría, pero solo se han beneficiado unos pocos", dice Souail Aidoudi, un académico sin trabajo. "En Túnez son demasiados los que han sido marginados, no tienen empleo, no tienen participación y viven en medio de una gran inseguridad", añade en una entrevista para Deustche Welle.
"Yo mismo no tengo trabajo desde hace diez años", agrega. Aidoudi, de 32 años, que vive de pequeños empleos ocasionales, a veces como camarero, otras como cargador de equipaje o como ayudante de cocina.
Los tunecinos no solo esperan por empleos. Tampoco la Constitución, que les fue prometida para el 14 de enero, el tercer aniversario de la caída de Ben Alí, ha llegado. Tarek Sanaa ya no cree en nada. "La elite que se instaló después de la revolución utiliza la democracia como instrumento para defender sus propios intereses y enriquecerse", afirma lapidariamente.

Diputados tunecinos discutiendo la nueva Constitución. AFP
En Túnez, esperaban honrar a la revolución del jazmín con la aprobación definitiva del borrador de la Carta Magna por parte de la Asamblea Constituyente, que se ha retrasado dos años debido a los conflictos sociales y a las diferencias entre las fuerzas tunecinas -tras 15 días en los que los legisladores han votado uno a uno el articulado, el proceso debía terminar ayer martes coincidiendo con la fecha exacta en la que Zine el Abidin Ben Alí huyó del país hace tres años-, sin embargo ayer las celebraciones se limitaron a una breve ceremonia de izado de la bandera en la plaza de la Kasbah de Túnez, sede del gobierno.
A ella asistieron el presidente Moncef Marzouki, el primer ministro islamista dimisionario Alí Larayedh, su sucesor designado Mehdi Jomaa, y otras autoridades políticas y militares.
Las manifestaciones -a las que habían convocado en particular partidos políticos- se desarrollaron sin incidentes, ante un importante dispositivo policial en la avenida Habib Bourguiba, lugar central de la revolución que expulsó del poder a Zine El Abidine Ben Alí el 14 de enero de 2011 y lanzó la Primavera Arabe.
Miles de partidarios de los islamistas de Ennahda, organización mayoritaria en la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), o de la oposición se congregaron en distintos puntos de esta avenida del centro de Túnez.
"Hay que prepararle al país la Constitución que se merece", declaró frente a los manifestantes partidarios de Ennahda, uno de sus dirigentes, Ajmi Lourimi. "La época de los golpes de Estados ya pasó porque hay un pueblo para defender su revolución", agregó.
Pero la adopción de la futura Constitución, prometida por la clase política para el martes a fin de coincidir con este aniversario simbólico, era altamente improbable.
La reunión de la Asamblea Constituyente, que estaba prevista en las primeras horas de la tarde, había sufrido un nuevo retraso.
Un tercio de los alrededor de 150 artículos aún deben ser examinados tras 12 días de debates, y algunas disposiciones clave fueron rechazadas en los últimos días en un ambiente hostil a la Constitución.
Además de los artículos que definen las condiciones de elegibilidad del jefe de Estado y el rol del jefe de Gobierno, la Constituyente rechazó, tras un tumultuoso debate, una disposición crucial sobre el papel del ejecutivo en el nombramiento de los jueces. Ahora debe negociarse una solución de reemplazo.
El líder de Ennahda, Rached Ghanouchi, estimó que "esta transición ha durado demasiado". "Cometimos el error de pensar que podíamos hacer todo en un año", reconoció, en declaraciones al diario francés Le Monde.
Túnez espera, además, la formación antes del final de la próxima semana de un nuevo gobierno de independientes liderado por Mehdi Jomaa, llamado a dirigir el país hasta unas elecciones en 2014.
El nombramiento de Jomaa concreta la salida voluntaria del poder de Ennahda, que ganó las elecciones en octubre de 2011 pero cuyos dos años de gobierno estuvieron marcados por una sucesión de crisis políticas y sociales, así como por el auge de grupos yihadistas armados.
En un discurso televisado el lunes por la noche, el presidente Marzouki, un aliado secular de Ennahda, admitió que los dirigentes no habían respondido a las esperanzas suscitadas por el levantamiento que comenzó en diciembre de 2010.
"Estamos muy lejos de haber logrado los objetivos de la revolución", dijo antes de estimar sin embargo que el país "va por buen camino, aunque éste es todavía peligroso y difícil".
También habló del "milagro tunecino porque hemos conservado la libertad y la seguridad", aunque el país haya vivido en 2013 numerosos ataques orquestados, según las autoridades, por el movimiento yihadista, y conflictos sociales a menudo violentos.
La semana pasada estuvo marcada por una sucesión de manifestaciones que degeneraron en violencia, alimentadas sobre todo por la pobreza y el desempleo, dos de los factores que originaron la revolución.
Para Amel Grani, activista tunecina defensora de los derechos de la mujer, "Nuestra sociedad tiene que aprender a manejarse con las nuevas libertades ganadas, tanto los jueces como los maestros, pero también los periodistas y los artistas".
Béchir Ouarda, coordinador de la ONG Coalición Civil para la Defensa de la Libertad de Expresión,
declaraba para Deustche Welle, "(Los periodistas tunecinos) No practican un periodismo crítico e independiente y evitan tratar temas importantes". Su opinión es compartida por Salem Ayari, de la ONG Académicos Desempleados: "Los medios deberían verse a sí mismos como instancia de control y críticos de la transformación, pero no es así. Nuestros medios no investigan, por ejemplo, por qué y dónde desaparece el dinero destinado originalmente a programas de empleo".
El visto bueno a la Constitución es un paso fundamental para la formación de un nuevo Ejecutivo que deberá dirigir al país hasta la celebración de los próximos comicios presidenciales y generales. Tras un año de parálisis por las luchas internas, la dimisión del Gobierno islamista de Al Nahda y la designación del independiente Mehdi Jomaa como nuevo primer ministro parecen haber reconducido la amenaza golpista.
El descontento con la gestión del partido islamista Al Nahda, criticado por no cumplir con las expectativas de los revolucionarios e intentar reislamizar el país, la indignación por el asesinatos de los dirigentes de izquierda Chukri Bel Aid y Mohamed al Brahmi a manos, supuestamente, de integrantes del grupo radical salafí Ansar la Sharia, sumado a las desigualdades sociales, el paro juvenil y la carestía de la vida habían agitado un cóctel explosivo que se logró desactivar en el último momento.
Mehdi Jomaa, nuevo primer ministro de Túnez.
Mehdi Jomaa, nuevo primer ministro de Túnez. FETHI BELAID AFP

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