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jueves, 19 de diciembre de 2013

México, El narcotráfico se nutre de menores para aumentar sus tropas

Los llaman "halcones" o, simplemente, los "desechables". Los niños reclutados por los carteles del narcotráfico en México simbolizan la ruptura profunda de la sociedad en ese país norteamericano, donde la guerra contra el crimen organizado se eterniza. La violencia alcanza todo y a todos, sin importar la edad. Y en esa vorágine también todos pueden transfigurarse en asesinos.
El Ponchis, niño sicario de MéxicoLa guerra contra el narcotráfico que se libra en México desde hace casi una década ha causado un serio problema, del que poco se conoce su magnitud: el reclutamiento forzado o voluntario de miles de adolescentes y niños para trabajar en las redes de tráfico de drogas.
Algunos casos han llamado la atención de los medios locales, como el de un adolescente recientemente liberado a quien se conoce como El Ponchis.
Édgar Jiménez Lugo, conocido como El Ponchis, fue vinculado por las autoridades federales al cártel del Pacífico Sur cuando tenía 14 años, tras ser detenido en diciembre de 2010, reconoció haber degollado a cuatro personas para el crimen organizado, al que se unió a los 11 años.
En algunos videos subidos a redes sociales se le veía junto con otros jóvenes golpear y torturar a sus víctimas, según él mismo reconoció al ser interrogado por las autoridades.
Edgar N. Jiménez no sabía leer cuando llegó al centro de menores del mexicano estado de Morelos en diciembre de 2010. Tenía entonces catorce años y sus delitos -posesión de armas de fuego exclusivas del Ejército y participación en secuestros, torturas y homicidios- le valieron una sanción de tres años.
Liberado el pasado mes de noviembre el joven fue enviado a su país de origen, Estados Unidos, para seguir una rehabilitación especial. Pero como él existen muchos más que no pueden tener esta oportunidad, señalan organizaciones civiles.
De acuerdo con el grupo Cauce Ciudadano actualmente unos 75.000 menores de edad están integrados a grupos de delincuencia organizada, y participan abiertamente en sus actividades. Un fenómeno que también se vivió en los años 90 en Colombia, cuando arreciaba la guerra del Estado contra el crimen organizado.
La mayoría, unos 24.000, se integraron al Cartel de Sinaloa y enseguida se encuentran los que participan con Los Zetas que suman 17.000. Otros 7.500 se ubican en las filas de La Familia Michoacana y el resto se distribuyen en otros carteles, según ha documentado esta asociación.
"Hay un uso indiscriminado de adolescentes y de jóvenes, chicos de 13, 14 o 15 años que trabajan como halcones (vigilantes), como sicarios, en el empaquetado de la droga, secuestro de personas o la vigilancia de las casas de seguridad", le dice a BBC Mundo Carlos Cruz Santiago, director de Cauce Ciudadano.
En los barrios pobres de los estados de Chihuahua, Guerrero, Nuevo León, o en cualquier sitio perdido en la miseria, los cárteles de la droga encuentran a sus imberbes soldados. Como en África, donde miles de niños combatientes sirven en las bandas armadas, los menores mexicanos encuentran en esas mafias un sentido para sus vidas, aunque el final casi seguro sea la muerte violenta.
Los menores se encuentran en la primera línea de violencia, pues incluso participan en combates entre carteles. Organizaciones civiles han documentado que entre el 1 de diciembre de 2006 y el último día de octubre pasado unos 1.873 adolescentes fueron asesinados.
Las razones por las que tantos menores se encuentran en la delincuencia organizada son diversas, añade Cruz Santiago.
Muchos fueron víctimas de secuestros masivos; en otros casos sus familias recibieron amenazas para obligarles a trabajar para delincuentes, algunos más se unieron por miedo o porque era su única alternativa de empleo.
También hay casos, los menos, en que los adolescentes desean unirse a las bandas. Pero el común denominador es que son víctimas o victimarios que padecen la ausencia del Estado, cuya obligación es protegerles.
Así, padecen una vulnerabilidad extrema, incluso cuando pretenden cambiar de vida señala el director de Cauce Ciudadano.
"Los chicos pueden abonar a cambiar sus formas de actuar en las comunidades, ser menos violentos aún cuando sigan siendo criminales", explica.
"Es algo muy fuerte porque la gente quiere que se salga de la criminalidad. Nosotros decimos: dale empleo para que lo haga porque pedirle a los chavos (adolescentes) que se salgan cuando hoy la criminalidad les permite comer es cuando corren más riesgo", añade el mismo.
Entre las seis chicas detenidas esta semana había dos menores de 16 años. | Efe
Entre estos jóvenes denetinos se encontraban diversos menores. EFE

Los cárteles de Sinaloa, los Zetas y la Familia Michoacana, entre otros grupos que controlan el tráfico de sustancias prohibidas y otros negocios ilícitos, proponen a sus jóvenes reclutas una carrera en el crimen. A partir de los nueve años, incluso antes, les encargan tareas de vigilancia de casas de seguridad y espionaje de los movimientos de la policía y el ejército, a estos niños de les conoce como los "halcones". Luego asumen el control de las víctimas de secuestros, y finalmente participan en asesinatos y otras operaciones armadas. Las muchachas suelen terminar como esclavas sexuales de los capos.
A cambio de estos servicios, los pequeños reciben una paga que va desde cientos de dólares hasta 3.000 dólares por cada homicidio. Con ese dinero pueden ayudar a sus familias y pagarse los nuevos placeres: drogas, ropas de marca, automóviles de lujo, sexo… Además, las bandas crean un sentido de pertenencia, cierta familiaridad desconocida en sus hogares, muchas veces quebrados por la violencia y la pobreza.
¿Por qué los carteles reclutan a menores de edad? Según especialistas pretenden aprovechar que en México antes de los 14 años las personas no son legalmente responsables de sus delitos, y después de esa edad hasta los 18 años reciben sentencias mínimas.
También es una forma de recuperar las tropas que perdieron durante los años más intensos de la guerra contra el narcotráfico, sobre todo porque el sector más abundante de la población mexicana es joven.
El problema es muy serio, afirma el diputado Ricardo Mejía Berdeja. "Se trata de un foco rojo que debe ser atendido como consecuencia de la falta de oportunidades", insiste.
Alrededor de 1,3 millones de adolescentes mexicanos no estudian ni trabajan. Uno de cada cuatro niños en el país vive en la pobreza. Ese ejército de desocupados, que plaga las comunidades más pobres, alimenta las filas del narcotráfico.
Más allá de la polémica, el reclutamiento de menores por parte de los carteles revela el vacío legal que existe en el país para abordar el problema, señalan asociaciones civiles como la Red por los Derechos de la Infancia.
Recientemente en la Cámara de Diputados se aprobó una enmienda legal para garantizar la protección del gobierno a niños y adolescentes que son víctimas de la delincuencia, pero la iniciativa se quedó en la antesala del Senado que no ha analizado aún el tema.
La ausencia de un adecuado marco legal es grave, coinciden especialistas, pues hace más difícil resolver el problema de estos menores.
Lo más grave es que con la misma facilidad que los reclutan, prescinden de ellos con sus más despiadados métodos. "Cuando intentan huir, los matan, los ejecutan como hacen con los adultos de un cártel rival", denuncia Pérez García, "en los últimos meses estamos viendo un aumento de las víctimas que son menores y ya han aparecido incluso cuerpos de menores descuartizados en estados como Guerrero".
Las problemática de la vinculación de los niños/as y adolescentes al narcotráfico no se limita a Latinoamérica.
Nápoles (Italia) es, a día de hoy, la ciudad más violenta de la Unión Europea. La camorra, ha asesinado en los últimos treinta años a más de 3.500 personas, más gente que la que murió en las Torres Gemelas. El desempleo en la ciudad ronda el 20%. El abandono escolar alcanza los diez mil jóvenes cada año.

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