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lunes, 30 de diciembre de 2013

Africa, Crecimiento económico y desigualdad social

Los pronósticos de expertos de la Organización de Naciones Unidas y el Banco de Desarrollo Africano sugieren que la economía de África crecerá notoriamente este año.
En su reporte conjunto anual, señalaron que el continente crecerá 4,8% en 2013 y un 5,3% adicional el año próximo.
Sin embargo, el documento señala que existen preocupaciones de fondo sobre la infraestructura en gran parte del territorio, los índices de pobreza y la brecha entre ricos y pobres en las sociedades africanas.
El informe también critica la falta de infraestructura en gran parte del continente, así como la brecha entre ricos y pobres.
África fue sinónimo durante décadas de hambrunas, guerra, genocidio, corrupción y extrema pobreza, un continente abandonado de la mano de Dios y sin perspectivas.
Las cosas están cambiando. Según la consultora McKinsey el Producto Interno Bruto (PIB) de África ha crecido el doble que en los 80 y 90. Según la revista especializada británica The Economist, seis de los países con más crecimiento del mundo en los últimos 10 años fueron africanos.
Sin embargo, "Cuando caminas por ciertas calles de Luanda, Accra o Maputo, no es difícil encontrar comodidades propias de los países más adelantados. El espejismo, sin embargo, dura poco. A pocos minutos de esas zonas, inmensas barriadas de chabolas muestran la realidad de la mayoría de la población. La riqueza existe, pero sólo para unos pocos", denuncia Mercedes Ruiz-Giménez en su artículo "La cara y la cruz del milagro africano".
Mientras en el mundo desarrollado se lucha contra la austeridad y el estancamiento, en África hay un creciente optimismo de la mano de una bonanza energética.
Ghana, Tanzania, Monzambique, Etiopía, Uganda, Kenia, Sierra Leona y Somalia se encuentran entre los países tocados por la varita mágica del petróleo y el gas que bendijo antes a Nigeria y Angola.
Entre 2004 y 2008, el PIB aumentó, en algunos países, con cifras de dos dígitos por año alimentados por infinitas reservas de petróleo, gas u otros recursos naturales.
El dinero corre a raudales. Crecen hoteles de lujo, se construyen autopistas de seis carriles, estadios ultramodernos, se venden autos Porsche y yates Ferretti de 5 millones de dólares. Pero en muchos de esos países el hambre abunda, la mortalidad infantil está entre las más altas y la corrupción es algo inquistado en el sistema.
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Escena en Accra (Ghana) donde riqueza y pobreza conviven en cada esquina. Foto de L.H.M.

Ejemplos del boom africano son tanto la segunda economía del este del continente, Tanzania, que se expandirá un 7% este año y el próximo, como dos de las naciones más pobres y atribuladas, Sierra Leona (14%) y Ghana (7,8%).
Sin embargo, el subdirector de la revista especializada Africa Confidential, Andrew Weir, alerta que no es la primera vez que se vive este optimismo.
"Las compañías energéticas, China y el sector financiero están viendo grandes oportunidades. El tema es que África ya ha vivido esto. La pregunta clave es a quién beneficia y de qué modo contribuye al desarrollo", señaló Weir a BBC Mundo.
China es la nueva estrella en el firmamento de las superpotencias interesadas en el continente.
El comercio chino-africano creció de US$6.000 millones en 1999 a US$90.000 millones en 2009 y sigue aumentando con una balanza comercial equilibrada. La inversión se ha multiplicado aprovechando la riqueza minera y energética africana.
El año pasado China celebró una cumbre con 50 jefes de estado de África en la que prometió créditos por 20.000 millones de dólares para la inversión en estructura y "desarrollo sostenible".
Japón ha prometido 32.000 millones de dólares en ayuda a África en un intento por alcanzar a China, que ya tiene fuertes lazos económicos con el continente. Gran parte de la ayuda, que se entregará a lo largo de cinco años, estará dirigida a proyectos de infraestructura, especialmente en apoyo para el transporte entre ciudades. El primer ministro japonés, Shinzo Abe, dijo en una conferencia celebrada en Yokohama, sobre desarrollo para África, que las inversiones en el sector privado serán de alta prioridad. Las compañías japonesas quieren mejorar su acceso a los mercados africanos para poder sacar partido de los inmensos y ricos yacimientos de recursos naturales del continente.
Otras potencias emergentes como Brasil, Turquía, India o los países del Golfo quieren su trozo.
Pero la historia del continente está saturada de falsos comienzos, de crecimiento de la mano de la inversión extranjera y la relación selecta con alguna superpotencia.
El largo camino de la independencia que empezó después de la Segunda Guerra Mundial generó enormes expectativas que fueron desvaneciéndose en medio de divisiones étnicas, luchas de poder y una corrupción galopante.
Los 5.000 millones de dólares que terminaron en las cuentas suizas del gobernante de facto de Zaire Mobutu Sese Seko, la paranoica masacre desatada por Idi Amin en Uganda, la hambruna en Sudán y el genocidio en Ruanda simbolizaron entre los años 60 y 90, del siglo pasado, el destino de África.
Un continente que ya no solo es el de los niños muriéndose de hambre, de los dictadores corruptos y de las interminables guerras étnicas, sino también un espacio de prosperidad que está creciendo como nunca antes. El desafío es enorme: sacar a cientos de millones de la pobreza. Los recursos para ese objetivo parecen existir. Falta ver si lo logran.

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Nigeria es el país que mejor ilustra las oportunidades y peligros de la actual etapa.
Máximo productor petrolero de África, tuvo lo que muchos llaman la "maldición del oro negro" o "enfermedad holandesa".
En estas dos "sintomatologías" el boom petrolero termina siendo una maldición que genera una dinámica de corrupción, despilfarro y pobreza.
En la última década se calcula que unos 29.000 millones de dólares se perdieron en Nigeria en un oscuro laberinto de bolsillos oficiales y prebendas de las multinacionales.
Las impresionantes cifras de crecimiento, sin embargo, no dejan ver el bosque en un continente donde más del 40% de menores de cinco años sufre desnutrición. Los últimos informes que analizan el desarrollo del continente dejan atrás el pesimismo de las últimas décadas pero ponen el dedo en la llaga al denunciar que, a pesar del crecimiento, el gran reto del continente es que esa riqueza se reparta. 
John Page, execonomista en jefe para África del Banco Mundial y ahora investigador en la Institución Brookings de Washington, le dijo a la revista colombiana SEMANA que, "África ha mostrado unos números impresionantes, por una combinación de mejores políticas económicas y el aumento de los precios de materias primas. Podemos ser cautelosamente optimistas. Optimistas porque hay nuevos descubrimientos mineros. Cautelosos porque un crecimiento basado solo en materias primas es frágil".
El problema es que "Los países venden el recurso en bruto en vez de desarrollar productos con valor agregado. Nigeria no tiene una refinería de petróleo porque hay una élite que hace dinero importando y distribuyendo los productos petroleros que llegan del exterior. Y esto no solo sucede en el campo de la energía. El cacao se podría exportar como chocolate, pero no sucede por el tejido de intereses que se interponen en el camino", le comenta Andrew Weir a la BBC.
Este modelo puede provocar que el dinero se quede exclusivamente en las manos de unos pocos, aunque también signifique un crecimiento de la clase media, y no resuelva el problema endémico de África: La hambruna.
A pesar del crecimiento desenfrenado, la mayoría de africanos vive con menos de dos dólares diarios, el hambre es una enfermedad que aún ataca a un tercio de la población, el campo sigue siendo medieval y las desigualdades van para arriba.
La multiplicación de centros comerciales, de concesionarios de autos de lujo y de rascacielos no significa automáticamente sinónimo de progreso, en un continente dominado todavía por grandes dosis de inestabilidad política, guerras, violencia, falta de transparencia, enfermedades, pobreza y hambre.
Angola es un gran ejemplo de las diferencias sociales. La mayoría del país vive sumida en la pobreza absoluta, pero dinero sí hay: Ilha, el barrio de los restaurantes y discotecas, se llena de Porsches en la noche y la bahía de Luanda se parece más a Dubái que a una ciudad africana, explica Emmanuel Neisa, periodista colombiano que trabaja en Angola.

1 comentario:

  1. Hola, me gustaría saber los links de las fuentes de donde sacas cierta información, me parece muy interesante el blog. Saludos.

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