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jueves, 27 de diciembre de 2012

R.C.D. Espanyol, sobrevive bajo la sombra mediática de un gigante

El R.C.D. Espanyol, el segundo club en importancia en la Comunidad de Cataluña -que sobrevive bajo la sombra mediática de un gran club como el F.C. Barcelona, su vecino durante muchos años, pero nunca su amigo en el mundo del fútbol- se encuentra sumergido en una crisis institucional (según se pudo observar claramente en las últimas elecciones del pasado mes), una crisis económica y también deportiva que lo está situando en una posición muy difícil en relación a su futuro.
A veces parece que 112 años de historia -como posee este club- no tenga ninguna importancia ni para los medios de comunicación ni para su propia masa social.
Este Club, campeón de la Copa de España, finalista de la UEFA CUP en dos ocasiones, y uno de los más tradicionales en el campeonato español, sufre las consecuencias de la crisis político-social que está viviendo Catalunya y de su propia crisis económica (una deuda cercana a los 145 millones de euros incrementa la dificultad para conseguir la estabilidad del club a través de sus resultados deportivos).
La evolución social del fútbol, el marketing y sus dirigentes -más interesados en alimentar su ego con inversiones millonarias, y en vender derechos televisivos a diferentes países que en satisfacer a sus aficionados-, y la indiferencia de toda una masa social que parece vivir exclusivamente de domingo en domingo, sin percibir la burbuja en la que ha vivido el fútbol español durante muchos años, son los factores que están abocando al mismo a su desaparición mediante un endeudamiento que obligaría a más de un club -de verse apremiado a cumplir sus obligaciones como cualquier sociedad anónima- a declararse en quiebra.
En estos momentos criterios como la audiencia en China u otros países prevalece sobre la asistencia a los campos de los aficionados por parte de clubs y empresas que poseen los derechos de difusión de los partidos y, en consecuencia, la brecha del reparto de los beneficios se agranda de año en año. De esta manera, el interés está pasando exclusivamente por la definición de los últimos lugares de la tabla de clasificación y no por los primeros -casi definidos- y está dificultando la amortización de las actuales deudas millonarias que obligarían a muchos clubs a cesar con sus actividades para no incrementar sus pérdidas. Así, parece que muchos de ellos están entrando en un túnel del cual difícilmente conseguirán salir.
En el caso concreto del Espanyol, los 112 años de tradición, de historia, de vida, de sufrimientos y alegrías para sus seguidores, merecen un respeto por parte de los aficionados y de todos los sectores deportivos y sociales. Pero este no es un problema únicamente de este Club, otros muchos de las diferentes divisiones y en numerosos países sufren este mismo problema donde no existe un reparto equitativo de los fondos que mueve el mundo del deporte y los beneficios generados por auténticas máquinas de marketing, como pueden ser algunos de los grandes clubs, dificulta la supervivencia de todos aquellos que viven a su sombra.
En caso de no resolverse esta desigualdad en el trato recibido por unos y otros, en breve nos veremos abocados a unas competiciones nacionales que serán definidas entre 3 o 4 clubs y otras entre el resto, con el peligro subsiguiente de que en futuros años -debido a la pérdida de interés general- esas máquinas de generar recursos pierdan su fertilidad.
En el caso del Espanyol existe el agravante de la dificultad para sobrevivir bajo un gigante asimilado ideólogicamente a las líneas más independentistas de la Catalunya actual, como antes lo fue a las ideas democráticas en un estado totalitario. Su actual presidente Joan Collet -primer presidente "profesional" en la historia del club- ganó finalmente unas elecciones marcadas por la fractura social de la masa de seguidores del club y en una Junta de Accionistas protagonizada por los insultos, agresiones y actitudes vejatorias entre las diferentes listas de candidatos y sus simpatizantes y con un transfondo socio político que generó continuas muestras de desaprovación entre las diferentes partes, según fuentes anónimas que participaron en la misma. Para algunos, la situación era más digna de un enfrentamiento político que de unas elecciones en un club de fútbol, de una disputa ideológica que deportiva, donde banderas representando diferentes ideas surgieron para envenenar la noche. Independencia y centralismo se enfrentaron por la gestión de un club de fútbol. ¿Tiene sentido politizar un club deportivo? ¿Tienen semejanzas los criterios deportivos con los políticos o sociales? ¿Son más importantes las banderas ideológicas que las estrictamente deportivas?

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